Las tragedias del amor
Abstract
La historia, aun repetida, no es tan banal como parece. Es verdad que, de nuevo, "un hombre y una mujer" se juntan, satisfaciendo una vez más la cultura la eterna llamada que le llega desde la naturaleza; pero no es menos cierto que el desenfado ignorante con el que don Juan pronuncia aquellas palabras sólo traduce o impunidad o inexperiencia: y total, sea cual fuere el caso. Porque, en efecto, el amor que al juntarse los une es mucho más, por un lado, que el encuentro de dos cuerpos dispuestos, sin memoria ni reglas, a libar hasta la última gota del cáliz del placer; y, por otro, es mucho más que dos nombres atados entre sí por voluntades terceras en ejecución de un destino iniciado con el azar del nacimiento en determinada clase social. En la primera tesitura, eros puede sin duda violar convenciones y contratos, pero lo hace protegiéndose en el escudo de la noche, y salvo que el aprendiz de brujo produzca efectos indeseados que trasciendan la frontera de los cuerpos y saquen el placer de la clandestinidad, la materia social seguirá tan bruta como hasta entonces.