Abstract
Yo soy una realidad cambiante, no idéntica, pero yo soy _el mismo_ que antes y que después; hay, por tanto, una esencial _mismidad,_ que no es «identidad» en el sentido de las cosas o, más aún, de los objetos ideales. A diferencia del yo idéntico, estoy afectado por la circunstancialidad. Para el idealismo —desde Descartes hasta Husserl—, el ser del hombre es conciencia, _subjetividad,_ en la que el yo está encerrado, de modo que el gran problema es el acceso a los otros: para resolverlo, Husserl habla de la «intersubjetividad monadológica», subsecuente a un previo «solipsismo monadológico»; y yo (idéntico a los otros: objetos que me son presentes) sería intercambiable, sin unicidad. Pero la persona —como enseñan Ortega y Julián Marías— vive _abierta_ a las demás personas, referida a ellas, trascendiendo, por tanto, de sí misma. La mismidad (proyectada hacia el futuro) consiste justamente en esa unicidad y exceder del propio yo.