Abstract
Unamuno, a semejanza de los grandes clásicos del pensamiento occidental, es eternamente actual. Sus reflexiones sobre lo que ha de ser una democracia son a este propósito una expresión de la intemporalidad de su pensamiento político. Si es cierto que la cuestión sobre lo que es, e implica, la ciudadanía democrática motiva la reflexión de muchos filósofos actuales; no deja de ser igualmente cierto también que a ningún otro autor se debe la coherencia, llevada al límite, entre su idea de dicho concepto y su concreción en su vida civil. Unamuno –cual irascible “intelectual-político” que se ha desterrado voluntariamente en París por su enfrentamiento a la dictadura de Primo de Rivera, a la monarquía y al rey– es el ejemplo máximo de cómo deben ser entendidas y practicadas la democracia y la ciudadanía actuales en cuanto intervención política cimentada en el libre examen. Y es, precisamente, aquí donde la influencia del protestantismo liberal alemán tuvo un papel decisivo en su formación intelectual, sobre todo para un autor tan adepto de la herejía como deconstrucción de ortodoxias y dogmas que anulan el pensamiento individual en su libertad y autonomía.