Abstract
La literatura donatista conservada pone de relieve una exaltación de la violencia, ya sea sufrida, deseada, buscada. La persecución sufrida revela entonces a la Iglesia donatista como la única verdadera, mientras que los ejecutores de esa violencia, es decir, los católicos, ni siquiera pueden llamarse “cristianos”. Estos últimos deben ser condenados, excluidos y finalmente entregados a las penas del infierno. La violencia aparece entonces como un núcleo retórico, fundante y central, generalmente expresado con palabras bíblicas. Sin embargo, no parece que la jerarquía donatista fuera favorable a convertir esta retórica inflamada, en acciones concretas. En efecto, como admiten sus adversarios, a menudo se desmarcaron de las agresiones cometidas por sus correligionarios, a veces incluso condenándolas. Pero esta retórica inflamada difícilmente podía quedar sin efecto.