Abstract
La forma en la que el hombre crea su propia imagen y la proyecta en el mundo modela un marco antropológico que determina el diálogo con otras culturas. En la cultura occidental, la teoría del sujeto, basada en el "cogiro ergo sum", convierte al "yo" en una unidad absoluta y definida. Estas cualidades dificultan su traslación a otras culturas donde el "yo" tiene diversas graduaciones y el peso de la relación con los otros es de la máxima importancia. Para superar esta diferencia el autor sugiere reconsiderar el concepto clásico de identidad personal puesto que ello posibilita una antropología estática y dinámica, un concepto, a su vez, más cercano a la universalidad de los derechos.