Abstract
Los argumentos tradicionales contrarios a la disponibilidad de la propia vida conservan alguna fuerza: en algunas sociedades, el intento de suicidio se considera todavía un delito y la colaboración —o complicidad— sigue siendo igualmente una conducta delictiva. No obstante, en los últimos años se ha llevado a cabo un creciente reconocimiento del llamado “derecho a una muerte digna”. De todos modos, ese derecho soporta ciertas condiciones que lo convierten, a mi entender, más en un eslogan pegadizo y engañoso que en un derecho claramente consolidado y reconocido. En el presente artículo intentaré explicar diversos argumentos a favor y en contra de la libre disponibilidad de la propia vida formulados a lo largo de la historia del pensamiento occidental. Posteriormente, trataré de demostrar que la libre disposición de la propia vida encuentra demasiadas restricciones en España y que en algunas de ellas subyacen principios extraseculares impropios de una sociedad democrática, pluricultural y secular como la nuestra.