Abstract
La reflexión antigua y fundamental acerca del nombre involucra el doble compromiso de abordar el mythos y el logos. Entre Heráclito y Platón, los presupuestos filosóficos sobre el nombre confrontarán la búsqueda de una transparencia y una convencionalidad entre los nombres y las cosas. Primero, la oscuridad atribuida a Heráclito no margina el tratamiento del nombre como oráculo que revela y oculta al mismo tiempo. Y segundo, la dialéctica socrática por su parte, niega, pero también concede la naturalidad y arbitrariedad del nombre, el único instrumento real para designar y distinguir. Desde múltiples perspectivas el presente artículo examina estas propuestas y da razones para incluir propiedades de los nombres distintas a sus referentes; razones que toda teoría genuinamente semántica debe incorporar.