Abstract
Desde las atalayas del proceso globalizador se ha tratado de finiquitar la historia, pero la respuesta ha sido la destrucción del propio intento: la historia les ha devuelto la pelota. La modernidad se ha construido sobre dos pilares -léase torres- que han caído por tener los pies de barro, como el gigante del libro de Daniel. Sujeto y Razón, sesgados desde una comprensión miope, han sido los sustentos ideológicos de todo el proceso que ha llevado a la construcción de un magno imperio en occidente, pero sus días han tocado a su fin, no porque sus propuestas no tuvieran validez fáctica, sino porque no podían responder a la necesidad humana de felicidad perenne