Abstract
Trabajar por la construcción de la paz, promover una educación de calidad para todos, y conceder mayor atención a las necesidades especiales de los países en situaciones de conflicto y crisis, son tres de los diecisiete objetivos de la Agenda 2030 de la UNESCO. Pero ¿Quién y cómo lo hará posible? Tenemos una tarea. Hoy, aquí, desde este escenario que promueve el libre pensamiento desde la filosofía teórica y práctica, estamos haciendo una parte de la tarea. Si no lo hacemos nosotros o pensamos que no se puede hacer, alguien más lo hará. A través de la historia muchos han sido los pensadores, cuya inspiración ha trascendido en el tiempo, llamando nuestra atención, causando reflexión, y hasta molestia. El primero va dirigido a quienes somos conscientes de que la educación de calidad solo es posible en un entorno de paz, y, el segundo señala a quienes la paz les incomoda, el concepto de educación les es indiferente, pero el de turbulencia les suena más familiar. Pero, aunque parezca contradictorio, el concepto de turbulencia proporciona una lente importante y útil para comprender las posibilidades del cambio educativo; se trata de aprender de las crisis, mostrarse resilientes, y nunca dejar de progresar. Al lograrlo, el beneficio máximo será para los niños, a quienes, desde la familia y la escuela, les deben enseñar valores morales, promover el desarrollo de nuevas habilidades, el liderazgo, el pensamiento crítico, la lectura, la escritura, el debate, el arte, la cultura; que les enseñen cómo enfrentar una crisis, resolver conflictos y construir la paz. En general, educarlos para que tengan éxito en la universidad y sean útiles y productivos en la sociedad. Por todo lo anterior, el presente ensayo se propone sustentar, a partir de lo que la pluma de pensadores en diferentes disciplinas ha plasmado con su caligrafía realista, que es posible trabajar por la construcción de la paz y promover una educación de calidad.