Abstract

Este texto afirma que la enseñanza de la filosofía es un problema filosófico, lo que conlleva un concepto de filosofía: aquí ella es entendida como una actividad que desnaturaliza lo obvio, que lejos de estabilizar sentidos, los disloca. Y de este modo, indaga y cuestiona aquellos que parecen más asentados, más cristalizados como, en el caso de la enseñanza de la filosofía, ‘enseñar’, ‘aprender’, ‘dar a leer’, ‘evaluar’, ‘problema’, ‘pregunta’, ‘experiencia’, `saber’, `ignorancia’, ‘verdad’, ‘conocimiento’, ‘examen’, ‘texto’, ‘escribir’. En este trabajo, presentamos algunas de las tensiones que conlleva y afirma esta concepción. También proponemos un espacio para el profesor: alguien capaz de permitirse la distancia que habilite la aparición de la pregunta y, de este modo, haga efectiva la acción del filosofar y se constituya en un intelectual crítico del propio saber que creía detentar: se trata de un profesor creador del espacio para que pueda surgir la diferencia en la repetición. Es un profesor de actitud filosófica que no escapa a las antinomias constitutivas de tu quehacer. Finalmente, consideramos el impacto que ha tenido en nuestro trabajo la obra de un profesor-productor: Matthew Lipman, en especial la contribución que surge de considerar su obra una filosofía en la educación