Abstract
La tentación con que seduce el utopismo tecnológico, desde los mismos orígenes de la Modernidad occidental –recordemos la isla de Bensalem de Francis Bacon en su New Atlantis–, es el completo dominio sobre la naturaleza. Hoy, la mentalidad dominante en occidente –que tiende a convertirse en una cosmovisión universal– tiene mucho en común con las creencias de los antiguos gnósticos. Se piensa que la ciencia y la técnica pueden permitir a la mente humana escapar de las limitaciones que caracterizan su estado natural, liberándose del anclaje a la materia biológica y escapando de la condición humana. En definitiva, ser dioses –dioses pensados como Superingenieros Inmortales. hemos de resistir frente a esas ilusiones destructivas, lo cual significa: la racionalidad técnica tiene que realizar su propia crítica de la razón utópica. Sin esta autocrítica será inviable un uso sensato de las técnicas y tecnologías, con su enorme potencial para la mejora de la condición humana, al tiempo que evitamos –si aún fuese posible– la deriva exterminista, nihilista y suicida de la civilización industrial.