Abstract
Desde el momento en que el hombre pertenece de verdad al mundo, el hombre entra dentro de la constitución del mundo, no como parte de él, sino como principio constituyente. Ser-en-el-mundo es estar de verdad y realmente en él, pero desde esa misma estructura. El hombre está en el mundo como hombre. Pero entonces habrá que afirmar que es el mundo el que está en el hombre. Decir persona es afirmar el ser del hombre en sí mismo, como realidad que él tiene como propiamente suya. Ser propio de sí mismo, y no de otro, implica un constitutiva sí mismidad que sólo en aquellos seres que son capaces de serse presentes antológicamente puede darse. Desde la persona humana bien entendida, el mundo alcanza sentido y trascendencia. Todas las personas están constituidas sobre una dimensión relacional. La persona humana, abierta relacionalmente al mundo recoge en si misma la entera intención del mundo, su anhelo esencial, los hace personalmente suyos.