Abstract
Establecer una diferencia conceptual suele resultar muy útil en filosofía cuando sirve para demarcar ámbitos indispensables del uso significativo de nuestro lenguaje. Es este el caso del esfuerzo por conceptualizar la diferencia entre las perspectivas de primera y de tercera persona, o lo que también se acostumbra llamar el punto de vista subjetivo y el punto de vista objetivo. Entendida en relación con los difetentes vocabularios y usos significativos del lenguaje en los que se expresa o manifiesta cada uno de estos dos puntos de vista, la diferencia entre ellos se ha considerado como una buena alternativa frente al cartesianismo, que tomaba la distinción entre lo subjetivo (e íntimo) y lo objetivo (y también público, externo) como el resultado de una doble constitución del mundo. [Fragmento]