Abstract
Deleuze considera a Fichte un moralista, que por tanto juzga con un criterio que trasciende el punto de vista del sujeto concreto y corporal. Sin embargo, teniendo en cuenta la doctrina de los impulsos presente en la _Sittenlehre_ de Fichte, es posible considerarlo ético en sentido deleuziano: el valor depende del aumento de potencia emergente de composiciones o armonías. Por otra parte, en Deleuze las leyes de composición y las relaciones constitutivas no son afirmadas dogmáticamente, sino como fruto de un proceso genético rigurosamente determinado entre Ideas e intensidades individuantes.