Abstract
Tomando como punto de partida el desafío que supone el pluralismo para el diálogo, nos hallamos ante la tendencia de replegarnos en nosotros mismos o bien, de abrirnos aún más al otro. Todo depende de la visión y la consideración del otro y de su cultura. Al superar el miedo a perder la propia identidad, el diálogo puede conducir al enriquecimiento mutuo. De hecho, el diálogo intercultural es ante todo un diálogo interpersonal, y por eso es posible. Esto significa que para vivir el primero, parece necesario vivirlo primero en el plano interpersonal sin forzarlo, porque el verdadero diálogo es la expresión de la libertad, que es su condición de posibilidad.