Abstract
Había tiempos en los que como fenomenólogo uno era visto de forma muy crítica y también compasiva cuando le atribuía a imágenes y signos algo así como una presencia encarnada. Ahora nos encontramos más bien con un exceso de oferta de presencia, inmediatez, contacto y cercanía. Sin embargo, algo de esto parece ser una reversión con la que se intenta sobrecompensar deficiencias anteriores. También en la filosofía, de cuando en cuando, se da un afán excesivo, como se encuentra en los recién convertidos. Pero dejemos hablar a las cosas mismas. Con este fin me limito a señalar en forma de resumen algunos puntos tanto relevantes como controvertidos que conciernen en su conjunto al lugar de las imágenes en la experiencia y que adquieren un tono particular a través del contraste entre eidos y pathos2.