Abstract
Argumentamos en contra de dos intentos contemporáneos por rehabilitar el pirronismo debido a su incapacidad para resolver la clásica objeción de inmoralidad. Proponemos dos diferentes lecturas de la objeción: una débil, según la cual los pirrónicos son inmorales dado que sus actos mismos lo son —lo que constituye un cargo empírico—, y otra fuerte, donde la inmoralidad del pirrónico proviene del hecho de que, por diseño, no puede exhibir ningún tipo de competencia moral, lo que constituye un cargo conceptual. Concluyo que ambos intentos fracasan debido a que se atienen el sentido débil de la objeción, pero no el fuerte.