Abstract
Interpelada por Mariana Alvarado para coordinar el dosier de la Revista Estudios de Filosofía Práctica e Historia de las Ideas, decidí aceptar el desafío con más preguntas y dudas que certezas. ¿Será posible ir más allá de una mera reflexión sobre la pedagogía y provocar encuentros que habiliten caminos de creación de teorías y prácticas descolonizadoras? ¿Cómo establecer los alcances y los límites de una pedagogía descoloniales? Pues bien, esta invitación resultó un acontecimiento oportuno para abrir a caminos y razones que creen y piensen la pedagogía de otro modo, porque claro está, que el legado educativo moderno debe ser objeto de sospecha. Corresponde, por un lado, reconocer que la pedagogía es un campo de saberes que ha sido y es vista como el lugar de las prácticas. Y por otro, que su pecado histórico haya sido querer tornarse un saber científico subordinado al mito moderno de la verdad, en un espacio poblado y disputado por metodólogos, sociólogos, filósofos, psicólogos, historiadores, cientistas políticos que junto con los especialistas en educación se erigen en defensores de un orden. No obstante ello han sido muchas las voces que han resistido a la linealidad del tiempo, a la racionalidad instrumental y al disciplinamiento en la educación.