Abstract
Si la democracia consiste en posibilitar que todas las personas tengan iguales posibilidades de influir en las decisiones que les afectan, las sociedades digitales tienen que interrogarse por el modo de conseguir que los nuevos entornos hagan factible esa igualdad. Las primeras dificultades son conceptuales: entender cómo se configura la interacción entre los humanos y los algoritmos, en qué consiste el aprendizaje de estos dispositivos y cuál es la naturaleza de sus sesgos. Inmediatamente después nos topamos con la cuestión ineludible de qué clase de igualdad estamos tratando de asegurar, teniendo en cuenta la diversidad de concepciones de la justicia que hay en nuestras sociedades. Si articular ese pluralismo no es un asunto que pueda resolverse con una técnica agregativa, sino que requiere compromisos políticos, entonces una concepción deliberativa de la democracia parece la más apta para conseguir esa igualdad a la que aspiran las sociedades democráticas.