Abstract
En alguna ocasión, Maquiavelo pensó su tiempo como un mundo agotado. No sólo porque Florencia e Italia sufrieran los estragos de las guerras europeas y tomaran conciencia de su propia debilidad política y militar, sino porque la virtud y la libertad, en términos maquiavelianos, parecían haberse ausentado del mundo. La cuestión entonces era cómo hacer revivir la antigua virtud en un mundo en el que las grandes monarquías territoriales, la cultura cristiana y el aburguesamiento de la sociedad se estaban convirtiendo en fenómenos hegemónicos y aparentemente irreversibles.