Abstract
Tras replantear en un marco cognitivo e interpersonal algunas cuestiones fregeanas, proponemos: I. Para aquéllos cuyo conocimiento desborda al del hablante, el enunciado tendría sólo sentido. II. El nombre que funciona como sujeto del enunciado tendría igualmente sólo sentido, porque es para el hablante una visión ajena, una visión incompleta o incorrecta, que por ello requiere ser transformada por el predicado. III. Ni al nombre ni a ninguna palabra puede asignársele referencia: las palabras son categorías sintácticas, no correlatos de parcelas de la realidad. La referencia tradicionalmente atribuida al nombre no es realmente de éste, sino del enunciado