Abstract

La filosofía, como "toma de posición razonada respecto a la totalidad de lo real", constituye todavía hoy, en la modernidad tardía, quizás no un saber propiamente dicho, pero sí, en todo caso, una "sabiduría buscada" ; una sabiduría que se constituye por relación a la razón y que no renuncia a abordar las cuestiones últimas, fundamentales y metafísicas. El filósofo resulta, pues, guardián de una tradición de inquietudes y problemas intelectuales hondamente humanos que no deben ser acallados. Para ellos la ciencia no tiene una adecuada solución, pero permanecen ahí incitando al pensamiento e invitando a superar toda concepción positivista de la razón. ¿Cómo hacer compatible la pervivencia actuante de esa tradición y el irrenunciable criticismo que hacia la misma mantiene, por razones sobradamente justificadas, la racionalidad ilustrada? He aquí quizá una de las tareas más difíciles, pero también más estimulantes, que tiene ante sí la filosofía actual.