Abstract
El reencantamiento del mundo del que está siendo testigo la sociedad actual es una reacción, hasta cierto punto comprensible, frente a la crisis de identidad y a la deshumanización de una sociedad donde predominan una competitividad y un individualismo hedonista y consumista exacerbados. Pero es un reencantamiento que, a parte de su traumática versión fundamentalista, configura un mundo ambiguo y polimorfo, que garantiza la ceremonia de la confusión. Es necesario, pues, para poder aprovechar su posible potencial humanizador distinguir entre la “verdadera religión” y sus falsos sucedáneo